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El paso de los años no es determinante para acumular sabiduría

Por ALBERTO DALLAL

En las antiguas civilizaciones y en la cultura de algunas sociedades modernas, el repeto por los viejos y los ancianos era parte fundamental de la vida cotidiana. Se justificaba por el enorme y profundo conocimiento que van adquiriendo los seres humanos a medida que transcurren sus vidas, certezas y prácticas que convierten a algunas personas «de edad» en eruditos, sabios o seres experimentados y excepcionales.
Aún se conservan estas deferencias con los viejos en muchas partes del mundo, especialmente en las instituciones religiosas, universitarias y educativas, en los organismos políticos y en algunos medios empresariales. Los viejos reciben muchos honores y homenajes por sus aportaciones pasadas, logradas en algún momento clave en sus vidas.
Articulo Quo2 1En todos los casos, se trata de la consabida «sabiduría del viejo», la cual por épocas y por ciertos avances incontrolables y socializados de los distintos y variados niveles de la tecnología (rápido aprendizaje para hacer las cosas) se ponen en duda o entre dicho en la época actual. Los movimientos juveniles de los sesentas del siglo XX, en todo el mundo, planteaban una evidente renovación del concepto de sabiduría y proclamaban, además, que muchos de los papeles y aspectos de la civilización contemporánea debían pasar al ámbito de poder de los jóvenes.

En las antiguas sociedades el respeto por los ancianos era esencial en la vida cotidiana.

En las sociedades contemporáneas, los viejos parecen plantear, entre otros, el problema del retiro digno. En muchos aspectos, la salvaguarda, organización y manutención de aquéllos veteranos «que ya cumplieron con su misión en la vida» se topa con una limitada y a veces injusta respuesta: no se hace válida de que la evidencia del trabajo de los viejos, toda una vida, debe haber acumulado ya suficientes elementos para su retiro. Pero hay otro aspecto interesante: los viejos, hombres y mujeres, pueden y deben alargar y transformar sus capacidades físicas y mentales: adquirir nuevos conocimientos y renovadas rutinas de trabajo.
Hay, en muchos, una energética manera de exclamar y hacerles saber a los demás: ¡sigo aquí! En los centros y reuniones de baile popular hay viejos que le dan lecciones al mundo: en eso de «mover el bote» las intensidades y el ritmo medido cuentan más que los alardes fisicos y deportivos de los bailarines jóvenes. Debemos aprener todos a descubrir, en cada caso, si el diablo sabe más por viejo que por diablo. Los procesos de aprendizaje no terminan nunca para ningún ser humano, sea niño, joven o viejo. Además, hay una verdad oculta y perenne que indica que para acumular sabiduria y certezas mentales no hay ni una sola edad ni circunstancias únicas o excepcionales.

Artículo publicado en la Revista Quo, No.192 de octubre de 2013.

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